Para alcanzar la igualdad de género y la sociedad del cuidado sin dejar a nadie atrás necesitamos contar lo que no se cuenta, transformar datos en información, información en conocimiento y conocimiento en decisión política, reitera un nuevo documento presentado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en el marco de la Décimo Quinta Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, que se realiza hasta el viernes 11 en Buenos Aires, Argentina.
El informe Romper el silencio estadístico para alcanzar la igualdad de género en 2030 [1], resultado articulado entre la Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe y la Conferencia Estadística de las Américas de la CEPAL, presenta la situación actual de la producción estadística con enfoque de género en la región, los factores clave para avanzar en esta materia y los desafíos pendientes.
El documento fue presentado por Ana Güezmes, Directora de la División de Asuntos de Género de la CEPAL, y comentado por Marco Lavagna, Director del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) de la Argentina, país que ejerce la Presidencia de la Conferencia Estadística de las Américas, y Nadine Gasman, Presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) de México, en un panel que fue moderado por Clemencia Carabalí, Consejera Presidencial para la Equidad de la Mujer de Colombia.
“La información que se generó en América Latina y el Caribe ha permitido romper el silencio estadístico y visibilizar una distribución inequitativa del poder, los recursos, el trabajo, el tiempo y la riqueza, que está en la base de la insostenibilidad del estilo de desarrollo dominante. Junto con ello, la producción de estadísticas con enfoque de género ha sido fundamental para el seguimiento de compromisos internacionales, especialmente los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), de forma transversal”, señala el reporte.
El documento hace un repaso a los datos sobre los cuatro nudos estructurales que es necesario enfrentar para alcanzar la igualdad de género hacia 2030, establecidos en la Estrategia de Montevideo [2]: i) la desigualdad socioeconómica y la persistencia de la pobreza en el marco de un crecimiento excluyente; ii) la división sexual del trabajo y la injusta organización social del cuidado; iii) la concentración del poder y las relaciones de jerarquía en el ámbito público, y iv) los patrones culturales patriarcales, discriminatorios y violentos y el predominio de la cultura del privilegio.
En ese sentido, precisa que los datos que han producido los países permiten constatar una mayor concentración de los ingresos entre los hombres de los quintiles más altos, mientras que solo un 35% del ingreso laboral individual se encuentra en manos de las mujeres. Además, las brechas de género se exacerban en los hogares de los quintiles más pobres. Esto deja al descubierto los desafíos que aún se plantean para reducir las desigualdades socioeconómicas en los países de la región y alcanzar el Objetivo 10.
“Las estadísticas de género constituyen una poderosa herramienta que visibiliza la magnitud y la intensidad de las distintas expresiones de la desigualdad de género en el mercado laboral. La división sexual del trabajo persiste en la región y constituye la principal barrera para una mayor participación de mujeres en el mercado laboral. La región había superado la barrera del 50% de participación laboral de las mujeres, pero en el primer año tras la llegada de la pandemia de enfermedad por coronavirus (COVID-19) esta situación retrocedió en el equivalente a 18 años y dejó al descubierto cómo, ante las crisis, el trabajo de las mujeres funciona como una variable de ajuste”, afirma el documento.
Agrega que, aun con los esfuerzos de recuperación, en la actualidad, 1 de cada 2 mujeres no participa en el mercado laboral, mientras que en el caso de los hombres esta cifra desciende a 1 de cada 4.
El informe revela que el enfoque de género, junto con el análisis interseccional, ha permitido comprender y atender las formas en que la desigualdad de género se potencia con otros ejes de discriminación en diferentes ámbitos de la vida como la raza o etnia, la edad, las capacidades funcionales, la sexualidad e identidad de género, y el territorio. Así, por ejemplo, al analizar la información del mercado laboral por ciclo de vida, se ha demostrado que las mujeres jóvenes enfrentan mayores obstáculos para la inserción laboral que los hombres y las mujeres de otros grupos de edad.
Resalta que ha sido gracias a las estadísticas de género que se han podido identificar las causas subyacentes que inciden en las desigualdades de género en el mercado laboral entre los y las jóvenes. Un 37,8% de las mujeres jóvenes de entre 15 y 24 años y un 22,5% de los hombres en el mismo rango de edad no estudian ni trabajan remuneradamente. Mientras que para las mujeres la razón más importante para no tener vínculo con los principales ejes de inclusión social —el mercado laboral y el sistema educativo— se vincula con la necesidad de atender responsabilidades de cuidado (51,1%), para los hombres la principal razón es la desocupación (44,8%).
“Este documento es un hito, porque se trata del primero que hacemos en el marco de dos órganos subsidiarios de la CEPAL: la Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe y la Conferencia Estadística de las Américas de la CEPAL”, destacó Ana Güezmes durante su presentación.
El documento analiza la arquitectura regional que favorece la producción de estadísticas de género y su comparabilidad, así como la transversalización del enfoque de género en la región.
También repasa la alianza entre organismos productores y entidades usuarias de información y destaca el vínculo entre las oficinas nacionales de estadísticas y los mecanismos para el adelanto de las mujeres, que ha potencializado la difusión de las estadísticas de género.
Destaca además los avances en la producción estadísticas de violencia de género y en la producción de estadísticas de género.
El reporte cuenta con un capítulo que orienta sobre qué medir para avanzar hacia una sociedad del cuidado. En ese sentido, subraya que los datos demográficos constituyen la principal herramienta para conocer la demanda de cuidados y son el punto de partida para proyectar cuál será la demanda potencial en el futuro.
Sin embargo, puntualiza que esta información debe complementarse con estudios específicos sobre las representaciones sociales acerca de los ideales del cuidado en la población, sobre las características de los sistemas de bienestar social de cada país y sobre la participación de las mujeres en el mercado laboral, entre otras dimensiones que inciden en la forma en que las sociedades organizan y distribuyen las responsabilidades de cuidado.